Ecología · 07 de Ago 2019
Lo que comenzó como un pequeño emprendimiento se convirtió en un importante centro ecológico en el corazón de San Juan de Lurigancho.
Difusión / Canal IPe
Era 1991 y el asentamiento humano Primero de Mayo en San Juan de Lurigancho enfrentaba su reto más grande: la acumulación de desechos. El camión de basura no llegaba a la zona y todos estaban preocupados por una posible epidemia de cólera, pero muy pocos se ofrecían a dar soluciones. Una excepción a esa regla fue María Nieto, que junto a algunos vecinos, contactó a unos misioneros alemanes. Ellos les dieron la idea de criar lombrices.
En un inicio, la idea les sonaba un poco descabellada, pero dejó de serlo cuando supieron que las lombrices se alimentan de desechos orgánicos. Los misioneros les propusieron comprar lombrices y pagaron para que un grupo de voluntarios se capacite. Con este mecanismo el problema se redujo a la mitad. Así nació el centro ecológico La Lombriz Feliz, que es liderado y administrado por María, en donde se procesan residuos sólidos orgánicos para producir fertilizantes naturales.
Hoy tienen más de un millón de lombrices recicladoras que transforman la basura en compost y humus. Andrea Cabrera, otra de las fundadoras, dice que son sus obreras. Estas lombrices apodadas “californianas” pueden llegar a medir hasta doce centímetros y pesar un gramo, además, pueden reproducirse a una velocidad realmente asombrosa: empezaron con 200,000 y ahora su población se ha sextuplicado.
En promedio, en La Lombriz Feliz se procesan 12,000 kilos de desechos al mes, el resultado final son 3,000 kilos de humus, que venden para que la iniciativa puede subsistir.
Gracias a su compromiso con el medio ambiente la iniciativa recibió en el 2013 el Premio Nacional de Ciudadanía Ambiental. En palabras de María, los fertilizantes le devuelven al suelo lo que salió de él. Lima tiene un suelo difícil de tratar, con el humus logran que sea más fértil. Así evitan contaminar, los vecinos segregan sus residuos desde casa y se producen alimentos más sanos.
Empezaron como una asociación, luego formaron una empresa que con el tiempo se convirtió en una organización civil sin fines de lucro con áreas de trabajo. Tienen miembros inscritos, pero también voluntarios como Fidelino Curi, estudiante de ingeniería ambiental que quedó maravillado con esta experiencia y quiere llevar a Ongoy, su tierra natal, su propio batallón de lombrices.
Las visitas guiadas para niños, la elaboración de objetos decorativos a partir de botellas recicladas y la venta de hortalizas 100% orgánicas se han convertido en algunos de sus principales ingresos. Pero tienen en mente otros planes ambiciosos como generar biogás para alumbrar el complejo ecológico a partir de los desechos que generan e implementar el uso de energía solar, aguas residuales y crear un pequeño bosque.
Pero su gran sueño pendiente es poder replicar el modelo de La Lombriz Feliz en otros rincones del país. Puede sonar imposible, pero para María nada lo es.
¿Te gustaría visitarlas y conocer de cerca su trabajo? Puedes hacerlo escribiéndoles a su fanpage. ¡Acerquémonos a iniciativas sostenibles como estas!