Identidad · 28 de Ago 2019
Bruno Montenegro acaba de conseguir algo histórico: que la UNSA apruebe el uso del nombre social para todos sus estudiantes transgénero.
Yeyson Jaño / Canal IPe
Después de tres meses de lucha, Bruno Montenegro logró lo impensable: que la Universidad Nacional San Agustín de Arequipa, lugar donde estudia, apruebe la norma para la inclusión del nombre social que permitirá que sus estudiantes transgénero sean llamados por los nombres con los que se identifican.
La disputa comenzó con un percance del que nunca se podrá olvidar. Un profesor no aceptaba llamarlo Bruno e insistía en usar el nombre que aparecía en su DNI.
“La situación llegó al siguiente nivel cuando me buscó en la recepción de mi trabajo preguntando por una mujer. Muy poca gente sabía quién era ella, ahí todos conocían y respetaban a Bruno. Ese momento fue muy incómodo para mí porque me ridiculizó frente a todos mis compañeros”, cuenta.
Pero lamentablemente no es la única mala experiencia que le ha tocado vivir, en una nueva oportunidad otro profesor había amenazado con ponerle cero en todos los trabajos y exámenes si seguía insistiendo en firmar como Bruno.
Que negaran su identidad lo llevó a una profunda depresión. “Al verme mal, mis amigos buscaron diferentes formas de ayudarme y decidieron comenzar a juntar firmas para llevar el caso al Consejo de Facultad de Comunicación. Al final logramos reunir más de 40”, dice.
Ese fue el empujón que Bruno necesitó para transformar la adversidad en un campaña por los derechos de los jóvenes trans. Mientras esperaba una respuesta a su reclamo, se dedicó a concientizar a sus demás compañeros sobre la realidad de los estudiantes que al igual que él, sufren de discriminación constante y muchas veces se ven obligados a dejar la universidad para evitar las burlas durante su transición.
“Cuando el rector me dijo que no podía hacer nada y que la única alternativa era que haga el cambio legal de mi nombre, decidí sumar esfuerzos. Porque por fácil que suene, el trámite en el RENIEC cuesta mucho dinero que ahora no tengo por ser estudiante. A partir de eso hablé con asesoría universitaria y luego me contacté con el despacho del congresista Alberto de Belaunde, que mandó un documento a la universidad. También recibí el apoyo de los chicos que hicieron la reforma trans en la PUCP”, explica.
Así logró el reconocimiento que tanto buscaba para él y su comunidad. Con la norma social ahora ellos y ellas no solo deberán ser llamados por el nombre con el se identifican en las aulas, sino que este mismo nombre estará registrado en la base de datos de la universidad y será visible en servicios como la biblioteca o la cafetería. La única excepción se hará cuando tengan que sacar su título o un certificado, porque esos documentos deben ser validados por RENIEC.
“Es una cuestión de visibilidad porque si yo no fuese una persona trans visible esto nunca se hubiese podido lograr. Y cuesta dejar de esconderse, es difícil poder estudiar como cualquier otra persona sin sufrir violencia. El tema laboral también es complicado para nosotros. Yo me demoré mucho en encontrar mis prácticas porque varias empresas me dijeron que aún no estaban preparadas para explicarle la situación a los demás. Una incluso me dijo algo tan tonto como que no sabían qué baño iba a usar. Después de buscar y buscar encontré un lugar súper respetuoso e inclusivo donde me valoran, pero no en todos los casos pasa lo mismo”, dice.
Ahora él se encuentra asesorando a un estudiante de una universidad nacional de Cusco que ha pasado por lo mismo para que se hagan respetar sus derecho. Espera poder hacerlo también con jóvenes de otras provincias para que esto se vuelva una movilización nacional.
“Si pudiera hablar con todos los chicos trans les diría que no tengan miedo, porque siento que el miedo siempre nos echa para atrás, siempre hace que no podamos mostrar lo que somos y sigamos con esta cadena de impunidad. También les diría que no están solos porque si miras bien siempre hay gente que está ahí. Yo también pensaba que estaba solo, pero a raíz de esto me di cuenta que hay personas que me quieren y apoyan. Necesitamos hacer algo, salir de nuestra zona de confort, no solo por nosotros, sino también por nuestra dignidad y por la de las generaciones que vienen, porque también hay adolescentes y niños trans y merecen calidad de vida”, finaliza.
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