Otros · 08 de Abr 2019
Conoce más de esta enfermedad mental grave que tiene viviendo entre dos estados de ánimo opuestos a las personas que la padecen.
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Imagina que tu cerebro es como un ascensor que puede llevarte hasta el cielo y luego tirarte al suelo sin previo aviso. Así funciona el trastorno bipolar, una enfermedad mental grave que afecta al 2% de la población mundial. En el Perú, más de 23,000 personas la padecen, pero muy pocas reciben la atención que necesitan.
Yuri Cutipé, director de salud mental del Ministerio de Salud, explica que este trastorno que incluye períodos de manía y depresión, suele afectar todos los aspectos de la vida como las relaciones con amigos, familia e incluso la estabilidad laboral.
En la fase maníaca es común sentir que tus pensamientos se aceleran y no pueden parar, los límites no existen, te sientes poderoso e inalcanzable, no puedes concentrarte en una sola cosa y tienes la necesitad de vivir situaciones de riesgo. En los casos graves se pueden experimentar delirios o alucinaciones.
En la fase depresiva sientes desesperanza, vacío interno, ansiedad, angustia y una intensa apatía. Tus pensamientos se hacen lentos, monótonos y pesimistas. Pronto aparece un deseo incontrolable por acabar con ese dolor que no sabes de donde viene.
Además de la manía, existe también la hipomanía, un estado de ánimo menos intenso, pero que también es de cuidado.
Las personas con trastorno bipolar necesitan recibir psicoterapia, medicación y todos los recursos que los ayuden a encontrar el equilibrio y a recuperar su vida. La receta siempre dependerá del tipo de bipolaridad que tengan y de su contexto. No hay un “tratamiento ideal” para todo el mundo. Existen, por ejemplo, la bipolaridad tipo I que incluye manía y depresión y la tipo II que incluye hipomanía y depresión. Pero también es posible experimentar episodios con características mixtas o de ciclación rápida, cuando los síntomas varían en periodos de tiempo cortos.
Es muy común que la palabra “bipolar” se use en situaciones que no tienen nada que ver con esta afección. Por eso es necesario aclarar lo que no es:
No está relacionada con conductas violentas.
No se trata de indecisión ni es un problema de la personalidad o del carácter.
No es una situación temporal. Las personas que la padecen necesitan llevar tratamiento durante toda la vida.
Estos tres testimonios te ayudarán a entenderla mejor:
Me diagnosticaron hace un par de años, justo cuando estaba terminando la universidad. Habían días en que dormía dos, tres horas o ninguna, me sentía llena de energía, invencible, demasiado segura de mí misma, como nunca antes. Durante esos días trabajaba y hablaba sin parar y salía demasiado a fiestas. Mis amigos estaban preocupados por mí, pero eso me irritaba, porque me yo sentía normal. En mi cabeza era el mejor momento de mi vida. No quería parar ni comer porque sentía que perdería tiempo, que mis grandes ideas se extinguirían. Después de eso llegó la depresión y todo se puso negro, no tenía fuerzas para hacer nada y pensaba en la muerte.
La noticia de mi diagnóstico me descuadró totalmente, es difícil aceptar que te digan que tienes una enfermedad mental crónica. Los primeros meses tomaba mi medicación y luego la dejaba, lo que empeoró mi cuadro. Me tomó cerca de un año asimilarlo. A veces tengo miedo sobre mi futuro, pero ahora me siento mucho más estable que antes, trabajo y tengo proyectos y sueños como cualquier otra persona. Los especialistas dicen que podemos tener una vida normal, lo importante es respetar el tratamiento.
Sofía, 26 años
Cuando tenía 19 tuve mi primera manía. Me sentía la persona más increíble del planeta tierra y gastaba por montones la plata que no tenía. No podía dejar de hacerlo. Sentía que necesitaba todo. Comprar me hacía feliz. Mis papás me llevaron al psiquiatra cuando mi situación financiera se salió de control y comencé a tener alucinaciones. Los sonidos se hacían más vívidos, las luces me daban en la cara con más fuerza, todo se amplificó y no podía detenerlo, era la vida a mil por hora, como si estuviera todo el tiempo sobre una moto en la carretera. Luego llegaron los ataques de ira y el cansancio extremo. No podía pararme de mi cama. Estaba tan cansado por haber pasado de un estado a otro que me costaba hasta respirar.
Cuando me dijeron que tenía trastorno bipolar y me explicaron los síntomas lo entendí todo. No era mi culpa. Desde ahí estoy luchando por mantenerme en un estado “normal” aunque ya acepté que nunca lo seré. El apoyo de mi familia ha sido demasiado importante para controlar mis síntomas.
Esteban, 29 años
Tengo trastorno bipolar tipo II y ya aprendí a vivir con ello, pero hay mucha gente que parece tolerarlo menos que yo misma. Vivo rodeada de estigmas y discriminación por mi condición. Desde burlas “ofensivas” como decirle bipolar a alguien que cambia de opinión todo el tiempo o se molesta rápidamente, hasta ataques personales como considerarme incapaz laboralmente o “mandarme a tomar pastillas” cuando tengo una opinión contraria sobre un tema. Muchas veces siento que me reprimo, que no digo libremente lo que siento porque tengo miedo sobre lo que van a pensar de mí, mi moral y mis capacidades. No entiendo por qué es socialmente aceptable decir en que tienes diabetes y no una enfermedad mental. Creo que lo mejor que puedo hacer es hablar sin temor para destruir estereotipos.
Mari, 25 años
Si eres tú quien la padece es importante que recuerdes que eres mucho más que tu diagnóstico y que como todos, mereces ser feliz. Si necesitas orientación y tratamiento puedes acercarte al Centro de Salud Mental Comunitario más cercano. Conoce donde se ubican haciendo clic aquí.
¡Normalicemos hablar de afecciones mentales para acabar con el estigma!