Padres · 02 de Oct 2018
Los seres humanos somos la única especie que sonríe desde el nacimiento y esa sonrisa debe cuidarse desde pequeños.
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La sonrisa es característica sólo de los humanos y es parte importante de nuestra formación como individuos. Además, sirve para expresar satisfacción y una manera para empatizar con las personas.
Tener una sonrisa perfecta es preocupación de muchos, pero no solo por lo estético sino porque tenerla incluye tener una dentadura saludable y en buen estado. Los dientes, además de tener un papel importante en nuestra apariencia, fortalecen nuestra autoestima, nos permiten hablar con claridad y emitir ciertos sonidos. Como padres tenemos la responsabilidad de transmitir esto a nuestros niños.
Parte de los controles de un recién nacido incluyen una consulta con el odontólogo, quien podría identificar posibles lesiones o malformaciones en las estructuras bucales. Además, este especialista podrá guiarnos en cómo desarrollar un hábito de higiene para el bebé.
No es usual que los niños nazcan con alguna pieza dental, pero aun así se recomienda el uso de cepillos dedales de silicona que permitan masajear las encías. También el uso tradicional de un trocito de gasa humedecida en agua evita la fermentación de los residuos de alimentos.
Los dientes del bebé aparecen aproximadamente a los 6 meses de edad y es el momento adecuado para introducir la alimentación complementaria con comidas sólidas como frutas o verduras. También es el momento de utilizar una herramienta de aseo propicia.
Los dientes temporales crean el espacio para el crecimiento de los dientes permanentes. De esa manera ayudan al desarrollo de la mandíbula.
Para ayudar al proceso de adaptación del niño con una rutina de aseo es ideal aprovechar su capacidad de imitación. Es recomendable que el cuidador acompañe a realizar la rutina de aseo. Es muy importante utilizar un cepillo de cabezal apropiado para su edad que sea pequeño y suave.
El Ministerio de Salud las cataloga como “la enfermedad de mayor prevalencia que afecta a los dientes”, es una enfermedad infecciosa producida por microorganismos que ocasionan el deterioro y posterior pérdida de la estructura dental si no es atacada oportunamente.
Los niños son más propensos a contraer caries si no han llevado un buen control de su salud bucal. El excesivo consumo de carbohidratos (azúcares) y harinas favorecen a la aparición de bacterias, sobre todo si se olvida el último cepillado antes de dormir. Si no se siguen los cuidados necesarios, los ácidos, los restos de comida y saliva forman una sustancia pegajosa llamada “placa bacteriana”, que se pega a los dientes y constituye un problema mayor.
Primero debemos aclarar que la caries o los problemas bucales no son hereditarios, pero el hábito del cuidado bucal sí lo es. Debemos enseñar con el ejemplo, si nosotros tenemos una buena higiene, nuestros niños también lo tendrán.
El cepillado diario debe ser prioridad después de cada comida, es recomendable el uso de hilo dental, reponer tu cepillo de dientes cada 3 meses y apenas nos encontremos con un indicio de caries, aparición de placa o decoloración en la dentadura, debemos ir a un especialista. Lo recomendable es visitar a un odontólogo cada 6 meses.
Los tratamientos de un problema mayor pueden ser costosos, pero en la prevención está la clave. Debemos recordar que los dientes nos acompañan a lo largo de nuestra vida y si se presentan problemas son tan importantes como cualquier otra afección.