Padres · 14 de Ago 2018
En un duro contexto para la infancia, esta práctica se abre paso para cambiar esquemas.
Canal IPe
A finales de julio del 2018, el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (MIMP) informó que, en lo que va de este año, se atendieron alrededor de 20 000 casos de menores víctimas de violencia familiar. De este total, un 64% fueron niñas y un 36% niños, siendo el tipo de violencia más recurrente la psicológica (47%), seguida de la física (32%) y sexual (21%).
Lo más alarmante es que, a pesar del contexto y según datos recogidos por el MIMP, un 42% de la población aún considera al castigo físico como una forma de corregir el comportamiento de los chicos a pesar de existir una ley (la N°30403 publicada en el 2015) que lo prohíbe.
“Algunos padres y madres aplican este tipo de tratos porque los utilizaron con ellos y están repitiendo un modelo que hará que el niño o niña obedezca o se comporte de determinada forma. Pero en realidad se le está enseñando a responder bajo la amenaza de un grito, un insulto o un golpe a un corto plazo. Eso no hará que ellos aprendan a asumir responsabilidades, diferenciar los tipos de conducta o reconocer sus errores”, explica Rosa Vallejos, coordinadora de programas de Save The Children.
Entonces, ¿cuál es la solución para impartirles disciplina? La respuesta está en la práctica de la llamada crianza positiva.
De acuerdo a la Convención sobre los Derechos del Niños, todos los padres tienen el derecho a recibir apoyo y asistencia en la crianza de sus hijos. Al no existir aún un plan de acción a nivel nacional que les provea de las herramientas necesarias, muchos padres recurren a creencias que, casi por instinto, creen que son correctas para ellos a pesar de no ser las adecuadas.
Como nos detalla Vallejos, para empezar ese cambio de mentalidad y darle paso a la crianza positiva tenemos que tener en cuenta cuatro pilares básicos:
Definir objetivos a largo plazo.- Visualizar qué niño o joven quiero ver de aquí en adelante. “¿Queremos que me obedezca hoy día o quiero que aprenda de su conducta y se le quede hasta adulto? ¿Quiero que me haga caso por medio de golpes o que asuma responsabilidades de acuerdo a su edad y me responda en ese contexto?”, son solo algunas de las preguntas que nos debemos plantear.
Brindar calidez.- Darle seguridad emocional, cariño y afecto para que el niño o niña se sienta seguro con nosotros.
Darles estructura.- Es acercarnos y conversar con ellos sobre sus errores, darles las herramientas para resolver preguntas, cómo trabajar los desacuerdos en casa, el por qué existen las reglas y toda la información necesaria para que puedan entender el contexto.
Identificar sus conductas.- Necesitamos saber cuáles son sus necesidades y entender el porqué de sus acciones según su edad. Aprender sobre su desarrollo evolutivo y las conductas que forman parte natural de su vida, nos ayudará a entenderlos mejor.
Para la especialista, no es que haya madre mala o padre malo, sino una falta de información sobre cómo criar a los chicos. El “te corrijo porque te quiero” puede dar un gran giro si es que, como familia, nos lo proponemos y trabajamos en ello.
“Antes se creían que fórmulas como el ‘San Martín’ o el correazo nos iban a solucionar el problema, pero ¿a costa de qué? De criar niños inseguros, con autoestima baja que van a tener problemas para desarrollarse en el futuro, que aprenderá a resolver futuros conflictos usando violencia y no necesariamente reaccionará igual que alguno de nosotros”, detalla Vallejos.
Por más que quisiéramos, no hay una universidad que nos prepare para este momento. Tener hijos e hijas es una aventura maravillosa, pero también está llena de frustraciones. Es por eso que Save The Children ha diseñado un manual en el que se trabaja cada uno de estos puntos según la edad de los chicos.
“Acabar con la violencia y las relaciones en las que uno abusa del poder de uno sobre el otro es fundamental, pero no sencillo – destaca la coordinadora –. Se requiere que los adultos reconozcamos cuál es nuestro rol en el cuidado de los niños, niñas y adolescentes y pidamos ayuda o una orientación cuando no sepamos manejar una conducta. No habrá un programa de formación a nivel nacional, pero me puedo informar usando el internet y aprovechar ese acceso a la información”.
El manual no pretende ser un libro de fórmulas mágicas para dar con nuestra reacción ante una travesura o una rabieta, pero sí es una gran ayuda en este proceso. Tampoco se trata de malcriar y dejar que los chicos hagan todo lo que quieran sin reglas o límites; por el contrario, es crear una relación de confianza y comunicación con los chicos nos permita respetarlos como personas y ver lo que es mejor para ellos.
Sacar de nuestro sistema este tipo de violencia familiar, nos ayudará a construir la sociedad que todos queremos para nuestros chicos.